No sé cómo explicártelo, ni si tengo que hacerlo, ni si mereces que lo
haga ni si en realidad es esa explicación lo que me pides. Pero no busco
una habitación cerrada, sin ventanas, sin puertas; no busco no hablar
de nada que no sea nada más que tú y yo; no busco olvidar todo lo ajeno a
esa habitación excepto tal vez la nostalgia del pasado. No quiero esa
clase de amor verdadero. Hace mucho tiempo que dejé de creer en que
existiera ese Él que tú crees ser de alguna Ella. Pero, si quisieras, yo
te propondría intentarlo, aunque no conseguirlo.
Durante la adolescencia abusamos de lo imposible, del nunca, del siempre, del fracaso, del éxito y de lo eterno. Y es que cuando somos jóvenes es cuando se vive intensamente. Cuando un día puedes contra todo y nada te parece imposible, y otro puede que dudes de hasta tu nombre. Es cuando crees que el siempre existe y el nunca también. Es cuando más errores cometes pero cuando más aprendes. Puede que nos pasemos de superficiales, pero al menos nosotros sabemos lo que es vivir, sabemos coger un momento y hacerlo inolvidable, sabemos vivir nuestra vida como si cada instante fuera el último pero al mismo tiempo fuéramos a vivir para siempre. Porque por mucho que digan, hacerse adulto solo sirve para aparentar, para hacernos más cobardes y para querer complicarlo todo.La vida es solo para ser feliz, que solo hay una que aun por encima se nos hace corta a todos. Que hay que vivir, disfrutar, cambiar lo que no nos gusta por lo que si sin reparar en apariencias, sin complicarse, sin temer al cambio. Porque dicen que de esta vida no nos llevamos nada cuando morimos, pero no quiero pasar mis últimos momentos arrepintiéndome de mis decisiones ni de como he vivido mi vida.
No hay comentarios:
Publicar un comentario