Durante la adolescencia abusamos de lo imposible, del nunca, del siempre, del fracaso, del éxito y de lo eterno. Y es que cuando somos jóvenes es cuando se vive intensamente. Cuando un día puedes contra todo y nada te parece imposible, y otro puede que dudes de hasta tu nombre. Es cuando crees que el siempre existe y el nunca también. Es cuando más errores cometes pero cuando más aprendes. Puede que nos pasemos de superficiales, pero al menos nosotros sabemos lo que es vivir, sabemos coger un momento y hacerlo inolvidable, sabemos vivir nuestra vida como si cada instante fuera el último pero al mismo tiempo fuéramos a vivir para siempre. Porque por mucho que digan, hacerse adulto solo sirve para aparentar, para hacernos más cobardes y para querer complicarlo todo.La vida es solo para ser feliz, que solo hay una que aun por encima se nos hace corta a todos. Que hay que vivir, disfrutar, cambiar lo que no nos gusta por lo que si sin reparar en apariencias, sin complicarse, sin temer al cambio. Porque dicen que de esta vida no nos llevamos nada cuando morimos, pero no quiero pasar mis últimos momentos arrepintiéndome de mis decisiones ni de como he vivido mi vida.

10 de septiembre de 2012

¿ Crees en el amor ?


+ Creo en las mariposas. En el cosquilleo. En el puñetazo en el estómago. En un impulso inexplicable. . En un motivo para vivir. En una fuerza gravitatoria. En ese mareo. En ese vértigo. En ese hormigueo. Creo en las reacciones químicas y en las funciones vitales. En los flechazos. En lo incontrolable, lo inexplicable, lo indefinible, lo incomprensible, lo eterno, lo fugaz, lo instantáneo. Creo en algo que se sabe, que se cree, que se siente. Creo en el dolor, en el cariño, en el apego. Creo en la afición, en el arrebato, en los suspiros, en el delirio, en el frenesí, en el deseo y el capricho. Creo en la ambición, en el ansia. Creo en la timidez, en la vergüenza, y el rubor del desnudo. Creo en la lujuria,  y en la pasión. Creo en las horas perdidas, en las mordeduras, los herpes, las heridas en los labios. En ese no poder parar. En el temblor, en la exaltación, en la explosión...
También creo en la bajada de tensión y en la gastritis. 
¿Y tú?

Tanto como.

Tengo tanto miedo a abandonarte como a seguirte, a perderte en el instante de tiempo en que el minutero pasa de ayer a mañana, ese segundo en el que suena la última campanada y tragas la duodécima uva, sonriendo como antes de la primera.  Ese segundo en que me obligas a reír a carcajadas, como el primer día. Desde la primera frase que pronunciaste, siempre haciendome reír.
Tengo tanto miedo a no necesitarte para ser feliz como a no dejar de llorar tu ausencia.
Puede que no vuelva para quedarme, aunque vuelva para visitarte, sin ser nunca tuya, pero piensa, siempre, que igual que tú te llevas una parte de mí, yo te llevo conmigo, sin que seas mio
Tengo tanto miedo a perderme como a encontrarme, porque siempre que me he marchado he prometido no cambiar y he vuelto siendo otra. Aunque nunca me arrepentí de cambiar cuando lo hice, tampoco quise hacerlo cuando lo vi venir.
 

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No me dejes acercarme demasiado porque volveré a intentar lo que la última vez  no conseguí. Y tal vez por eso sigues siendo la espina imposible de arrancar, porque aún no he conseguido deshacerme de ti como hago con los demás, porque aún no me has dejado inventar las escusas para abandonarte, porque no me has dejado sentirme culpable por haberte hecho daño.

Volveré a intentar enamorarte, volveré a engañarme a mí misma y a hacernos creer que somos felices.

Si alguna vez te digo que te quiero no me creas, no porque no sea verdad, sino porque no durará más que la infinitud de ese instante durante el que sea cierto. Si te pregunto si me quieres no me respondas que sí, ello no evitará lo inevitable.

Imaginemos que me sincero.



No sé cómo explicártelo, ni si tengo que hacerlo, ni si mereces que lo haga ni si en realidad es esa explicación lo que me pides. Pero no busco una habitación cerrada, sin ventanas, sin puertas; no busco no hablar de nada que no sea nada más que tú y yo; no busco olvidar todo lo ajeno a esa habitación excepto tal vez la nostalgia del pasado. No quiero esa clase de amor verdadero. Hace mucho tiempo que dejé de creer en que existiera ese Él que tú crees ser de alguna Ella. Pero, si quisieras, yo te propondría intentarlo, aunque no conseguirlo.