No tengo moral. Sé manejarme perfectamente en situaciones escandalosas. Supe mostrar mi mejor cara habiendo hecho cosas cuestionables. Tengo la sonrisa fácil, el cinismo sale por mis poros. ¿ Cual es el límite? Me lo pregunté muchas veces. Y ahí está el problema. El límite está en mi control. Puedo soportar cualquier circunstancia,mientras sea quien la domine. Nada puede salir de mi control,porque la moral empieza a picar. Nada puede escapar al modelo de mi miento,porque la culpa aparece,sin piedad. Siendo capaz de mentir con una sonrisa,de manipular disimuladamente para poner cara de asombro cuando todo explote; mi límite es lo ajeno. Esa delicada línea que me separa del resto del mundo.
Durante la adolescencia abusamos de lo imposible, del nunca, del siempre, del fracaso, del éxito y de lo eterno. Y es que cuando somos jóvenes es cuando se vive intensamente. Cuando un día puedes contra todo y nada te parece imposible, y otro puede que dudes de hasta tu nombre. Es cuando crees que el siempre existe y el nunca también. Es cuando más errores cometes pero cuando más aprendes. Puede que nos pasemos de superficiales, pero al menos nosotros sabemos lo que es vivir, sabemos coger un momento y hacerlo inolvidable, sabemos vivir nuestra vida como si cada instante fuera el último pero al mismo tiempo fuéramos a vivir para siempre. Porque por mucho que digan, hacerse adulto solo sirve para aparentar, para hacernos más cobardes y para querer complicarlo todo.La vida es solo para ser feliz, que solo hay una que aun por encima se nos hace corta a todos. Que hay que vivir, disfrutar, cambiar lo que no nos gusta por lo que si sin reparar en apariencias, sin complicarse, sin temer al cambio. Porque dicen que de esta vida no nos llevamos nada cuando morimos, pero no quiero pasar mis últimos momentos arrepintiéndome de mis decisiones ni de como he vivido mi vida.
No hay comentarios:
Publicar un comentario