Durante la adolescencia abusamos de lo imposible, del nunca, del siempre, del fracaso, del éxito y de lo eterno. Y es que cuando somos jóvenes es cuando se vive intensamente. Cuando un día puedes contra todo y nada te parece imposible, y otro puede que dudes de hasta tu nombre. Es cuando crees que el siempre existe y el nunca también. Es cuando más errores cometes pero cuando más aprendes. Puede que nos pasemos de superficiales, pero al menos nosotros sabemos lo que es vivir, sabemos coger un momento y hacerlo inolvidable, sabemos vivir nuestra vida como si cada instante fuera el último pero al mismo tiempo fuéramos a vivir para siempre. Porque por mucho que digan, hacerse adulto solo sirve para aparentar, para hacernos más cobardes y para querer complicarlo todo.La vida es solo para ser feliz, que solo hay una que aun por encima se nos hace corta a todos. Que hay que vivir, disfrutar, cambiar lo que no nos gusta por lo que si sin reparar en apariencias, sin complicarse, sin temer al cambio. Porque dicen que de esta vida no nos llevamos nada cuando morimos, pero no quiero pasar mis últimos momentos arrepintiéndome de mis decisiones ni de como he vivido mi vida.

5 de diciembre de 2011

##

En el fondo, a todos nos gusta pensar que somos fuertes. Que vamos a poder con todo lo que nos venga encima, que pudimos con lo de ayer y que podremos también con lo de mañana. Pero más en el fondo, todos sabemos que eso no es verdad. Porque ser fuerte no consiste en ponerse una armadura antirrobo, ni en esconderse detrás de un disfraz; ser fuerte consiste en asimilarlo. En asimilar el dolor y en digerirlo, y eso no se consigue de un día para otro, se consigue con el tiempo. Pero como por naturaleza solemos ser impacientes y no nos gusta esperar, escogemos el camino corto. Escogemos el camino de disfrazarnos de algo que no somos y disimular. Sobretodo DISIMULAR... Sí, a todos nos gusta disimular los golpes, sonreír delante del espejo y salir a la calle pisando fuerte, para que nadie note que en realidad, lo que nos pasa de verdad, es que estamos rotos por dentro. Tan rotos que ocupamos nuestro tiempo con cualquier estupidez con tal de no pensar en ello, porque el simple hecho de pensarlo hace que duela...
Pero a veces, bueno… a veces tienes que darte a ti mismo permiso para no ser fuerte, bajar la guardia y darte una tregua. Está bien bajar la guardia de vez en cuando. No queremos hacerlo porque eso supone tener un día triste, uno de esos viernes que saben a domingo, un día de esos que duelen, de recordar y echar de menos. A los que ya no están, y a los que están, pero lejos. Sin embargo, hay momentos que es lo mejor que puedes hacer: darte una tregua. Poner tu lista de reproducción favorita, tumbarte en la cama, y llorar. Llorar todo lo que haga falta. Eso no nos hace menos fuertes; eso es lo que nos hace humanos.

No hay comentarios:

Publicar un comentario