Durante la adolescencia abusamos de lo imposible, del nunca, del siempre, del fracaso, del éxito y de lo eterno. Y es que cuando somos jóvenes es cuando se vive intensamente. Cuando un día puedes contra todo y nada te parece imposible, y otro puede que dudes de hasta tu nombre. Es cuando crees que el siempre existe y el nunca también. Es cuando más errores cometes pero cuando más aprendes. Puede que nos pasemos de superficiales, pero al menos nosotros sabemos lo que es vivir, sabemos coger un momento y hacerlo inolvidable, sabemos vivir nuestra vida como si cada instante fuera el último pero al mismo tiempo fuéramos a vivir para siempre. Porque por mucho que digan, hacerse adulto solo sirve para aparentar, para hacernos más cobardes y para querer complicarlo todo.La vida es solo para ser feliz, que solo hay una que aun por encima se nos hace corta a todos. Que hay que vivir, disfrutar, cambiar lo que no nos gusta por lo que si sin reparar en apariencias, sin complicarse, sin temer al cambio. Porque dicen que de esta vida no nos llevamos nada cuando morimos, pero no quiero pasar mis últimos momentos arrepintiéndome de mis decisiones ni de como he vivido mi vida.
14 de julio de 2011
Exactamente así.
Y un día, de repente, apareces. Apareces en mi vida, claro, porque en el mundo ya llevas unos cuantos años. Y haces que me sienta bien. Haces que me sienta especial. Haces que me sienta especialmente bien. Ni te quiero, ni me quieres, pero nos queremos. Es extraño, muy extraño, los dos sabemos lo que sentimos y ninguno lo decimos. Quizás sea el miedo. El miedo al amor, a amar, a que te amen. ¿Qué te parece si nos despedimos del miedo, si le obligamos a hacer las maletas, le acompañamos a la estación del tren y nos quedamos observando como se va lejos, muy lejos de aquí? Sinceramente creo que es una de las mejores ideas que he tenido y quiero ver si funciona, contigo
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario