Te quiero. La verdad no tengo argumentos lógicos, tampoco improvisados. Se podría decir que todo lo que he hecho en la vida, lo he hecho por impulsos, por instinto. Soy del tipo de chicas que no se rinde fácilmente, pero que a la mínima se le echa el mundo encima; tampoco suelo pensar lo que digo si no que digo lo que siento y luego me arrepiento. Sólo sé que te quiero. Eres el mejor, tu manera de hacer las cosas, tu forma de mirarme, tu risa, tus gestos, tus tonterías que me hacen reír, tus abrazos, tus palabras e incluso tus bobadas. Tengo tantas cosas que decirte, que jamás podría escribirlo tal y como lo siento. Quizás este sea el mejor momento para darte las gracias por todo este tiempo que pasamos.
Durante la adolescencia abusamos de lo imposible, del nunca, del siempre, del fracaso, del éxito y de lo eterno. Y es que cuando somos jóvenes es cuando se vive intensamente. Cuando un día puedes contra todo y nada te parece imposible, y otro puede que dudes de hasta tu nombre. Es cuando crees que el siempre existe y el nunca también. Es cuando más errores cometes pero cuando más aprendes. Puede que nos pasemos de superficiales, pero al menos nosotros sabemos lo que es vivir, sabemos coger un momento y hacerlo inolvidable, sabemos vivir nuestra vida como si cada instante fuera el último pero al mismo tiempo fuéramos a vivir para siempre. Porque por mucho que digan, hacerse adulto solo sirve para aparentar, para hacernos más cobardes y para querer complicarlo todo.La vida es solo para ser feliz, que solo hay una que aun por encima se nos hace corta a todos. Que hay que vivir, disfrutar, cambiar lo que no nos gusta por lo que si sin reparar en apariencias, sin complicarse, sin temer al cambio. Porque dicen que de esta vida no nos llevamos nada cuando morimos, pero no quiero pasar mis últimos momentos arrepintiéndome de mis decisiones ni de como he vivido mi vida.
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